EL «AULA INVERTIDA»: UN MODELO PEDAGÓGICO PARA EL APRENDIZAJE DEL DERECHO
A ojos de cualquiera, el Derecho se presenta como una disciplina densa y árida. Percepción que, quizás, puede verse acrecentada por el método de enseñanza preponderante, que es, como en el pasado, el de la clásica «clase magistral». Sin desmerecer a esta tradicional tipología de enseñanza, que a tantas generaciones ha alcanzado, se plantea la posibilidad de complementarla con un modelo pedagógico más reciente, que está en auge desde hace años en distintos niveles educativos, entre los que se encuentra la Enseñanza Universitaria, y que tiende a aparecer en las publicaciones especializadas en términos de contraste con la «clase magistral». Se trata, concretamente, del «aula invertida» o del «flipped classroom» en su denominación anglosajona–, expresión que, en síntesis, y a los efectos que ahora interesan, puede decirse que alude a un cambio en la dinámica propia de la «clase magistral», en la que el alumno tiene un papel esencialmente pasivo en su proceso de aprendizaje por limitarse en clase a ser oyente del docente, a tomar apuntes y formular alguna consulta, y a realizar después algún ejercicio destinado a que interiorice la información que le ha sido proporcionada. En el «aula invertida» se altera esa secuencia y el alumno asume un rol mucho más activo. Y ello, en la medida en que implica transferir la preparación y el estudio de los contenidos de la asignatura o de una lección fuera del aula –a la responsabilidad, pues, del alumno–, y reservar el tiempo de clase a otros procesos de adquisición y práctica de conocimientos que contribuyan a la consolidación de ideas, a la comprensión de la materia más que a su memorización, a la revisión de cuestiones de importancia o de especial complejidad, a la potenciación, por concluir esta enumeración, de la autonomía y del pensamiento crítico y reflexivo de los estudiantes.