Hasta el momento pocas dudas hay del predominio del área de conocimiento de la cognición –mucha más investigación– en los procesos de enseñanza y aprendizaje universitarios. Desde la neurociencia actual, sin embargo, se nos hace una bien fundamentada llamada a tener en cuenta igualmente las emociones, tanto si queremos conocer científicamente el funcionamiento de nuestros cerebros como si nos preocupa una visión más completa y realista del mundo sentido y vivido en nuestros centros universitarios. Partimos de un hecho bien constatado: el aburrimiento en las aulas. Éste conlleva una falta de atención, motivación y rendimiento. De ahí el surgimiento de nuevas metodologías centradas en la disminución de estos aspectos académicos negativos. La cuestión vertebradora para estas nuevas metodologías: ¿qué valor hemos de dar a las emociones tanto en el mayor y mejor rendimiento académico como en el desarrollo personal y social de nuestros estudiantes universitarios? Si queremos una respuesta científica se ha de contar necesariamente con la evaluación. Para poderla llevar a cabo es imprescindible un mínimo desglose definicional de las emociones. Una vez que ya contamos con la recogida de la información, válida y fiable, de las mismas –la evaluación– parece llegado el momento de pensar en la acción, es decir, en los programas de intervención psicoeducativa. Estos son, en consecuencia, los núcleos teóricos y prácticos que sirven de hilo conductor a este simposio sobre las emociones y su esencial incidencia en la calidad de nuestros productos educativos: los desarrollos cognitivos, personales, sociales y profesionales de nuestros discentes. Mutatis mutandis, lo dicho para los discentes vale en buena medida también para los docentes y, por supuesto, para la interacción entre ambos. Palabras clave: emociones, nuevas metodologías docentes, evaluaciones, intervenciones psicoeducativas.